“(…) la causa de Cuba tendrá en mí a un fiel servidor, y como prueba de mi buena fe, permítame estrechar su mano”, expresó a Carlos Manuel de Céspedes el brigadier Modesto Díaz, de las reservas dominicanas del ejército español, en entrevista privada sostenida el 20 de octubre de 1868, en la cual el primero le recordó su promesa de servir al pueblo cubano “si algún día terminaba el dominio de la metrópoli”.
Momentos antes, Díaz había sido sorprendido por Luis Gerónimo Marcano Álvarez, su compatriota y antiguo compañero de armas en las reservas dominicanas del ejército español, quien abrazándolo le dijo: “Paisano, es usted mi prisionero”.
Por su condición de prisionero de las recién estrenadas fuerzas del Ejército Libertador de Cuba, Modesto consideró rotos sus compromisos anteriores y se sumó a la revolución iniciada diez días antes bajo la conducción de Céspedes. Ascendido a teniente general, se entregó en cuerpo y alma a la lucha por la independencia de la tierra a la que arribó en 1865, para asentarse en El Dátil, en la oriental jurisdicción de Bayamo.
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